Apoyo psicológico en tratamientos FIV

Hay múltiples situaciones por las que pasamos en la vida que pueden requerir de atención psicológica específica; las dificultades reproductivas son unas de ellas. Muchas personas que se someten a tratamientos de reproducción asistida lo viven como una crisis importante en sus vidas, conllevando consecuencias relevantes tanto para su salud física como su salud mental.

Habrá personas que no lo vivan como algo crítico en sus vidas, seguro que sí, y, sin embargo, la Organización Mundial de la Salud considera la infertilidad como una enfermedad.

¿Es la infertilidad una enfermedad? Veámoslo. Las enfermedades suelen imponer limitaciones físicas, cursar con sintomatología específica, afectar el día a día de las personas, amenazar, incluso, la propia vida.

¿La infertilidad impone limitaciones físicas a quienes la padecen? No.

¿La infertilidad suele cursar con sintomatología o dolor asociado a la misma? No, lo cierto es que no.

¿Acaso afecta a la funcionalidad del sujeto? Tampoco.

¿Existe una amenaza real a la propia vida? No, claramente no.

¿Y, aún así, la OMS la considera una enfermedad?

Pues sí. La OMS define la infertilidad como una enfermedad del sistema reproductivo, que se caracteriza por la no consecución de un embarazo clínico tras doce meses o más de relaciones sexuales habituales sin anticoncepción; que impide que las personas realicen un objetivo vital importante: la posibilidad de ser el progenitor de un hijo/a genéticamente relacionado o de un hijo/a concebido con su pareja; y, a su vez, puede provocar la aparición de problemas psicológicos con sintomatología afectivo-emocional equivalente a enfermedades mentales tales como la depresión o la ansiedad; aumentando en intensidad cuando se intensifican y se prolongan los tratamientos.

Hay que tener en cuenta, además, que la pareja, o la persona, que decide recurrir a la medicina reproductiva ya ha pasado antes por un proceso de intentos fallidos que resultan muy estresantes. Generalmente, la medicina reproductiva empieza con tratamientos menos complejos, como por ejemplo la inseminación artificial, y si éstos no funcionan se intentan los tratamientos más complejos como los de Fecundación -In-Vitro (FIV). Cuando las parejas llegan a las FIV, ya llevan a sus espaldas una historia de fracasos, de ciclos de ilusión y desilusión, de esperanza y desesperanza donde el estrés, la angustia y la decepción son importantes.

El diagnóstico de infertilidad lleva asociado un proceso de duelo que implica con facilidad procesos emocionales de angustia, ira, tristeza, decepción y mucho estrés. Si a eso se añaden los intensos procesos emocionales por los que pasan las personas cuando empiezan los tratamientos de fertilidad, nos da un cuadro de sintomatología ansioso–depresiva que hay que atender.

Por todos estos motivos, considero que la infertilidad ha de ser atendida en todas sus facetas: física, social y psicológico-emocional. Porque, aunque no se vea, produce sufrimiento en las personas que la padecen, afectando, notablemente, su calidad de vida.

En la consulta psicológica, este tema puedo abordarlo a un nivel individual, de pareja o de trabajo de grupo, dirigiendo la intervención psicológica hacia la prevención, evaluación e intervención en las dificultades y problemas psicológicos que puedan surgir.

Y ¿es la intervención psicológica en las FIV una herramienta eficaz?

En mi experiencia, sí. Y en los suficientes estudios que ya hay sobre el tema, también. Puedo corroborar que la intervención psicológica antes, durante y después de los ciclos de Fecundación in vitro (FIV), ha resultado ser una herramienta eficaz, tanto en la modalidad en grupo como en individual, porque ayuda a manejar y reducir el estrés, aporta validación emocional, mejora la calidad de vida y, potencialmente, ayuda a mejorar las tasas de embarazo.

Como psicóloga, trabajando en este área, sé lo necesario que es tener un conocimiento preciso de las distintas fases del tratamiento y de las etapas o momentos psicológicamente distintos por los que pasan las personas en tratamientos de FIV. En este sentido, mi objetivo es aportar a los pacientes toda la información que necesiten para apoyar la toma de decisiones informadas, determinar qué impacto puede tener en su salud y en su estilo de vida, y atender las necesidades que surjan en cada etapa.

La intervención psicológica la entiendo desde un abordaje integral, atendiendo tanto los aspectos afectivos, como cognitivos, conductuales y relacionales. Esto se concreta en que vas a conseguir más recursos para manejar y validar de forma óptima tus emociones; vas a descubrir y descrear creencias limitantes y autosaboteadoras generando una reestructuración en tu forma de pensar; vas a poner el foco en los rasgos positivos que te caracterizan, en tus fortalezas y en las de tu pareja, si la tienes; vas a mejorar tus habilidades en la resolución de conflictos y ampliar tus estilos de afrontamiento; vas a poder cerrar y quedarte en paz al elaborar los duelos que van surgiendo; practicarás técnicas de respiración y relajación, iniciándote después en el mindfulness; vas a poder expresar tu mundo interno a través del arte o del movimiento corporal armónico. Todo ello en un entorno de respeto, honestidad, confidencialidad y de confianza.

En mi experiencia, tanto hombres como mujeres, contando con apoyo psicológico específico, logran una mejor gestión de sus emociones, un mejor ajuste de pareja, una toma de decisiones más informada, una mayor tolerancia a la continuidad de los tratamientos, una mejor calidad de vida y, en ocasiones, el embarazo deseado.

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