Hablemos de duelo

Hace algo más de un mes, una buena persona me pidió que hablase de cómo elaborar los duelos. Bueno, Eli, esto que hoy escribo está hecho pensando en ti, y en todas las personas que estén en situaciones de duelo. Ojalá pueda aportarte lo que esperas. 

Duelo es una palabra que viene del latín, “dolos”, que significa sentir un profundo dolor. Se puede definir como todo lo que nos ocurre en respuesta a una pérdida, es decir, todas las sensaciones físicas, las emociones, los pensamientos, los comportamientos y también lo competente a la dimensión espiritual. El duelo no tiene tiempos o formas de ser elaborado, pre-establecidos, cada persona lo lleva de manera diferente, dependiendo de su personalidad y de las características de la pérdida.


Cuando perdemos algo, ya sea porque un ser querido fallece o porque un proyecto de vida no llega, ese saber de algo perdido resulta imposible de borrar. A veces, lidiar con ello se vuelve largo y difícil. ¿Por qué? porque, incluso cuando la intensidad de los primeros momentos parece ya calmada, algo puede ocurrir que, de forma fortuita, despierte los sentimientos y emociones que creíamos superados. Las palabras de un desconocido, un aroma que impregna la atmósfera, una música que suena, una foto encontrada al azar… y los recuerdos nos inundan de nuevo.

La muerte de alguien a quién amamos cuestiona nuestra propia existencia y nos obliga a recolocarnos en nuestro día a día. Cuando muere un hermano o una hermana, muere con ellos ese compañero/a de casi todas las etapas de nuestra vida, ese ser que conocía en profundidad quiénes somos. La muerte de un padre o de una madre, nos confronta con nuestra propia mortalidad, con la sensación de orfandad y falta de arraigo. En ambos casos, será importante re-descubrir quiénes somos sin ellos, encontrar nuevos roles en la familia, y saber que aún estamos conectados con esas personas, incluso después de la muerte… Porque la muerte termina una vida, pero no necesariamente con la relación.  

Los autores que estudian el duelo han intentado sistematizarlo en etapas que ir traspasando o tareas y desafíos que ir afrontando. Estas etapas o tareas no siguen un orden temporal fijo, ni una duración pre-establecida, pues las características interpersonales hacen que la variabilidad sea grande y que cada duelo sea único. 

Con el tiempo, el dolor de la pérdida disminuye. La mayoría de las personas acabamos adaptándonos a la pérdida y recuperamos el equilibrio psicológico, aunque con frecuencia sigamos extrañando a la persona que ya no está en nuestras vidas. En este punto, es importante tener en cuenta que los sentimientos de dolor son normales y que hay que darse tiempo para recuperarse de una pérdida significativa.

En algunos casos el duelo normal se vuelve complicado y ahí será importante contar con apoyo profesional. Las opciones que tenemos son: asesoría específica de duelo, terapia familiar, grupos de apoyo y foros de apoyo para el duelo, psicoterapia o centros de rehabilitación de drogas con diagnóstico dual (cuando el duelo conlleva consumo de sustancias).

¿Qué elementos y acciones específicas pueden ayudar a enfrentar la pérdida de una persona significativa y evitar que la elaboración del duelo se complique?

  • Trabajar tus emociones. Encuentra con quién expresar tus emociones y sentimientos. Apóyate en amigos y familiares que estén dispuestos a escuchar y a respetar tus silencios.

    • Si eres de las personas a las que le cuesta identificar y/o aceptar la existencia de tus propios sentimientos, puedes aprovechar el arte (música, teatro, cine, pintura…) para identificarlos y expresarlos; o puedes practicar la contemplación (de una amanecer, un atardecer, el mar…) en silencio y sin prisas, a solas o acompañada.

    • Llora, no lo reprimas: el llanto es una función natural que ayuda a descargar la tensión emocional.

  • Hacer un inventario psicológico. Piensa en el legado que te ha dejado la persona fallecida. Algunas preguntas que te pueden ayudar:

    • ¿Qué obtuve de él/ella? ¿Qué deseo conservar? ¿Qué agradezco?

    • ¿Qué lamento? ¿Qué me faltó por decirle?

    • ¿Qué recibí que quiero descartar?

    • ¿Qué necesitaba, pero él / ella no pudo brindarme?

  • Escribir una carta contando todo aquello que quieras expresar, en especial lo que nunca fue dicho. Hazlo de forma automática, sin mucho control ortográfico ni lógico, sin interrupciones y con absoluta libertad.

  • Guardar objetos (fotografías, joyas, libros… ) relacionados con la perdida. Los objetos conservados pueden ser útiles para facilitar la expresión emocional.

  • Deshazte de objetos: algunos objetos querrás deshacerte de ellos y eso facilitará la elaboración del duelo.

  • Autocuidado: cuida de tu alimentación y tu sueño y haz ejercicio moderado.

  • Mantener vínculos simbólicos con la persona fallecida. Esto será valioso siempre y cuando hayas podido aceptar la pérdida con todas sus implicaciones.

  • Tener un lugar que evoque a las personas que ya no están y que te permita hablar con ellos.

  • Perdonar y perdonarte. Si hay enfado, culpa, rencor… dirígelo hacia la situación no hacia ti mismo (eso puede provocar depresión), ni hacia otras personas (puede provocar aislamiento).

  • Da sentido a la pérdida, por ejemplo, pensar que la persona ha vivido intensamente o apoyarte en tus creencias religiosas y espirituales, si las tienes. Con el tiempo también podrás encontrar qué ganancias y aprendizajes han ocurrido a raíz de la pérdida.

  • Mantén vínculos con las personas que están a tu lado: la perdida de la relación ha de sanarse en el contacto que proporciona la relación con los otros.

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