El arte de no desesperar cuando no llega lo que esperas
Hay algunas ideas de las que no se habla cuando se está en procesos de reproducción asistida y vale la pena ponerle palabras.
La obsesión por el logro. Cuando el anhelo de tener hijos no se puede satisfacer de la forma más natural posible, es vivido como una realidad angustiosa que conlleva una sensación inquietante todo el tiempo, como si de una necesidad física se tratara por lo imperiosa y acuciante que es. Este anhelo se vuelve más fuerte cuando las circunstancias no son propicias. Y no atiende a razones ni a reflexiones, da igual si se ha deseado siempre tener hijos, o si nunca se ha pensado en ello, o incluso si nunca antes se habían deseado, cuando no se logra, el anhelo se fortifica y la obsesión de logro aparece.
Formar parte del legado familiar a través de la crianza de los hijos. Cuando se pueden tener hijos, hay algo que aparece de forma pocas veces expresada, que es el sentimiento de pertenencia al legado familiar a través de la crianza de los hijos. Pero cuando no se logra tener descendencia, esa sensación de continuidad con el pasado y contribución al futuro desaparece… Desaparece al menos en forma de hijos e hijas, sin embargo, podrá construirse de distintas maneras si antes lidiamos con este matiz del duelo.
Todo Gozo y nada de diversión: Esta es la idea que expresa Jennifer Senior en All Joy and no fun: The Paradox of Modern Parenthood, de que si bien la crianza de los hijos brinda un gozo incomparable, también es una fuente implacable de estrés, sacrificio y autoduda, desafiando todas las expectativas y transformando las identidades de los futuros progenitores y la relación entre ellos.
Los hijos crean túneles del tiempo. Por muy diferente que sea la vida de una mujer a la de su madre, o muy alejada de su madre que se sienta, es fácil encontrar en sus respuestas (ante la futura crianza de su bebé) que le cantaría las mismas canciones que le cantaron a ella, que le leería los mismos cuentos, o que jugaría a los mismos juegos… Puede que no sea algo consciente, pero tener hijos abre la oportunidad de experimentar una vez más la propia niñez idealizada.
El pronatalismo. La conveniencia de tener hijos está presente en la mayoría de las religiones y es lo que ha apoyado la perpetuación de la especie hasta ahora. En el pronatalismo se incluye la idea de que la crianza de los hijos es un rito iniciático por el que hay que pasar para alcanzar la condición de adultos responsables y productivos. Idea que se manifiesta en propaganda política, en los medios de comunicación, en la cultura popular, el arte y la literatura, así como en la actitud de la propia familia. Esta idea opera en todos nosotros tanto si nos damos cuenta como si no, y puede generar rechazo pues descuenta la importancia de que el individuo puede alcanzar logros muy variados en su vida, más allá de la procreación.
El problema de la incertidumbre. El problema de la infertilidad y los tratamientos para revertirla es la incertidumbre pues la espera no es una espera serena y paciente donde nadie puede decir “dentro de siete años tendrás un bebé y todo esto por lo que estás pasando, habrá valido la pena”.
Coito cronometrado y antirromántico. Leerás que el coito cronometrado es una sencilla técnica en la que se programa y sincroniza el acto sexual de la pareja con el momento de ovulación de la mujer para aumentar la probabilidad de embarazo. Es útil, sí, y efectivo en muchas ocasiones, pero poco se habla de lo anti-romántico que es, de la sensación de “dispensador de semen” que puede quedarle al hombre y de las separaciones emocionales que produce en las parejas cuando este hecho se extiende en el tiempo.
Prejuicios hacia las parejas sin hijos: Aún hoy en día se cree que ser padres es uno de los grandes imperativos morales y una exigencia que, si no se cumple, crea una gran estigmatización. La imagen de una pareja que desea hijos y no los consigue, es la de una pareja desgraciada y rota que ha perdido la oportunidad de crecer y fortalecer su amor. Qué gran equivocación.