Vértigos y mareos: causas, diagnóstico y tratamientos explicados

Somos muchas las personas que padecemos de vértigos y mareos sin encontrar una explicación certera a lo que nos pasa. Somos muchas las personas que andamos buscando, en distintos profesionales, una guía que nos dé dirección, sentido y solución. Para añadir mi granito de arena os comparto lo que voy descubriendo al respecto, pues saber explicar qué sentimos a los profesionales que nos atienden, es fundamental para encontrar un diagnóstico y un tratamiento adecuado. 

¿Cómo funciona nuestro equilibrio?

El equilibrio, aunque tiene una parte ubicada en el oído interno, el aparato vestibular, es un sistema que siempre trabaja en cooperación con la información proveniente de otros sentidos y con distintas partes del cerebro. El equilibrio lo mantenemos porque integramos correctamente tres sistemas: el sistema vestibular (la información que procede del aparato vestibular en el interior del oído y que se envía al cerebro por el nervio vestibulococlear u octavo par craneal), el sistema visual (los ojos y los nervios ópticos) y el sistema propioceptivo (receptores repartidos por todo el cuerpo, la piel, los músculos y las articulaciones, que informan de la posición del cuerpo, del movimiento y de su relación con el entorno). Si uno de estos sistemas no funciona bien, el cuerpo se encarga de usar los otros dos para seguir dándonos una sensación de equilibrio. Por ejemplo, si habéis esquiado alguna vez con mucha niebla, sabréis lo difícil que es saber si estáis subiendo o bajando e incluso mantener el equilibrio. La vista está incapacitada en estas circunstancias, por tanto, si es posible, usamos el oído y seguimos el sonido para orientarnos, así como las sensaciones que recibimos de los músculos de las piernas para mantenernos en pie y equilibrados.

¿Qué es el vértigo?

El vértigo es la sensación de que todo lo exterior está moviéndose, girando, rotando cuando en realidad nada se mueve. Puede durar menos de un minuto o puede tener una duración más larga. Es muy incapacitante porque todo lo exterior da vueltas y no te puedes mover ni un ápice, pudiendo llegar a vomitar y desmayarte en los peores casos. Cuando hay vértigo, el problema es del sistema vestibular. Puede ser central-vestibular (es decir, que está en el cerebro) o periférico-vestibular (que está en los órganos fuera del cerebro, como el oído interno o el nervio vestibulococlear). Por eso, cuando hay vértigo, acudimos al neurólogo/a para que descarte o confirme que el origen del problema está en el sistema nervioso central (en el cerebro) y al otorrinolaringólogo/a para que descarte o confirme que el problema está en el oído interno o en el nervio auditivo. Uno de los problemas que provocan vértigo son los otolitos. Los otolitos son unos cristalitos que están en el interior del oído y que cuando se mueven de su sitio, provocan todas estas sensaciones tan molestas del vértigo. Estos cristales están formados por calcio y pegados a una especie de gelatina en el oído interno. Si el nivel de calcio disminuye en el organismo, la sujeción de los otolitos se puede ver afectada. Por eso mujeres en edad menopáusica pueden padecer vértigos con más frecuencia, pero también personas con estrés crónico, ya que el estrés aumenta el cortisol en sangre, lo que provoca alteraciones en el metabolismo del calcio, lo que podría favorecer el desprendimiento de los otolitos en el laberinto vestibular. Anteriormente he dicho que los ojos también están implicados en todo esto, ¿verdad? Hay un movimiento característico en los ojos llamado “nistagmo” que aparece cuando los otolitos están fuera de su sitio, y que ayuda a los profesionales a saber en qué anillo/s semicircular del oído interno (de los tres que hay) se han colocado los otolitos, y les ayuda a saber qué maniobras tienen que realizar para recolocar los otolitos. Esto es lo que suele ocurrir en el Vértigo Posicional Paroxístico Benigno (VPPB). Otras causas frecuentes de vértigo son las migrañas, la inflamación del nervio vestibular (neuritis vestibular), la enfermedad de Ménière. Todas tienen diferencias entre sí, por eso es tan importante que los profesionales que nos atiendan sepan preguntar bien cuáles son los síntomas que tenemos, pues el relato que hagamos de lo que nos pasa supondrá el 70% del diagnóstico y, por tanto, del tratamiento.

El mareo: definición y causas

El mareo, por su parte, es una sensación de inestabilidad interna, de desequilibrio, una sensación vaga de estar flotando o con la cabeza embotada. No hay giro ni rotación exterior en el mareo. El mareo tiene otro tipo de causas, las agrupo en varias categorías, que están interrelacionadas: 

La primera es el sistema vestibular, pues padecer un episodio de vértigo previo puede dejar un mareo residual que se alargue durante meses. Esto se puede explicar por una disfunción en las neuronas vestibulares que, tras haber padecido un episodio de vértigo y una vez resuelto este, se quedan trabadas y tardan en recomponer su función normal manteniendo un mareo constante. Terapia donde se realizan ejercicios vestibulares para desensibilizar dichas neuronas, podrían resolver el problema. Estas terapias las desarrollan profesionales especializados en el sistema vestibular. 

La segunda es por una perturbación en el buen funcionamiento del cerebro, debido a la ingesta de ciertos medicamentos, o a una anemia grave, o a tener bajos niveles de azúcar o una baja tensión arterial y un deficitario riego sanguíneo en el cerebro, por ejemplo. Los mareos provocados por estas causas suelen ceder al resolver el problema fisiológico que los provocó. 

La tercera es por un problema en la estructura vertebral del cuerpo, especialmente en la región cervical. Cuando hay algún tipo de trastorno en la columna vertebral, el sistema que más se ve afectado es el sistema propioceptivo, que deja de mandar información veraz al cerebro acerca de nuestra posición, postura y movimiento, provocando inestabilidad interna, mareo y desequilibrio. Una gran parte de la información propioceptiva que recibe el cerebro proviene de las cervicales superiores, en concreto de la C1 y de la C2. Lesiones cervicales, hernias discales, estrechamientos del canal espinal en el cuello, pueden afectar los nervios que pasan por las cervicales y van hacia el cerebro interfiriendo la comunicación neural y provocando mareos. 

A veces, se juntan la primera y la tercera. Esto es porque ante un episodio de vértigo el cuerpo, el sistema nervioso simpático, en concreto, se pone en marcha para protegernos. ¿Cómo lo hace? Pues para evitar que nos caigamos (que es la sensación que da el vértigo) tiene que evitar que movamos la cabeza, por tanto, procede a contracturar toda la musculatura del cuello y de la espalda alta para bloquear el movimiento. Esto es una reacción de lucha que tiene el sistema nervioso y que no podemos elegir si tenerla o no, es involuntaria y autónoma. Esta solución de lucha del organismo es vital en la fase aguda, pero si esa contractura permanece, puede convertirse en un impedimento para el correcto riego sanguíneo del cerebro y el mareo se puede instalar y mantener desencadenando un círculo vicioso. La solución, cuando se trata de un tema muscular y de cervicales, es la terapia manual que realizan quiroprácticos, fisioterapeutas y osteópatas. Esta intervención puede no ser útil en la fase aguda, porque el cuerpo se defendería de la invasión manual y estimularía más la protección del organismo contracturándolo aún más, pero pasada la fase aguda sí que será útil. En la fase aguda, el sistema que nos puede ayudar es el sistema parasimpático, donde respirar, estar tranquilo, comer bien, dormir bastante (seguramente un poco incorporado porque el vértigo no te deje tumbarte del todo) puede ayudar a bajar la contracción muscular y, después, optar por la terapia manual. 

La cuarta es por estados emocionales como la depresión, la ansiedad y el estrés sostenidos en el tiempo. ¿Qué relación hay entre el procesamiento emocional y los vértigos o mareos? Resulta que las señales del sistema vestibular (el del equilibrio) se integran en varias áreas del cerebro que tienen que ver con el procesamiento emocional, entre ellas el sistema límbico. El sistema límbico no es una región anatómica exacta del cerebro, es más una interacción neuronal de distintas estructuras claves, entre ellas, el hipocampo, la amígdala, la corteza anterior cingulada y la ínsula. Para no alargarme en las funciones de todas estas áreas, diré que una se encarga de la memoria espacial y la orientación (hipocampo), otra se encarga de regular las respuestas emocionales de miedo y ansiedad (amígdala), otra de la respuesta emocional al mareo y vértigo (corteza cingulada anterior), y otra es la encargada de integrar la información que viene de las vísceras - que cuando hay mareo o vértigo se ven afectadas - (ínsula). A su vez, el sistema vestibular está conectado con el eje hipotálamo-hipofisario-adrenal (HHA) que es el involucrado en la respuesta de estrés. Así que, emociones y equilibrio están relacionadas y funcionan en ambas direcciones: en personas  con estrés crónico, ansiedad, trastorno de estrés post-traumático, depresión donde existe una hiperactivación del sistema límbico pueden ver aumentada su sensibilidad al movimiento causándoles hipervigilancia ante los cambios posturales e intensificando la percepción de mareo; y viceversa, en personas con algún tipo de disfunción vestibular, las estructuras claves que conforman el sistema límbico se pueden ver afectadas y con ello, las emociones de miedo, pánico y ansiedad. En resumen, el desequilibrio y la inestabilidad pueden provocar una alteración de las emociones, y la alteración de las emociones pueden provocar desequilibrio e inestabilidad.

Estrategias facilitadoras

Dado que la interacción entre el sistema vestibular y el sistema límbico puede contribuir a síntomas tanto emocionales como vestibulares, es importante contar con algunas estrategias que pueden ayudar a mejorar la regulación de ambos sistemas. Ya he nombrado la terapia vestibular que es la que, con ejercicios de habituación vestibular, ayuda a la compensación neuronal y reducen la hipersensibilidad vestibular, y de las terapias manuales de fisioterapeutas, osteópatas, quiroprácticos y otorrinolaringólogos (que maniobran la cabeza para devolver los otolitos a su sitio). Además,  el mindfulness y la respiración diafragmática son efectivos pues ayudan a disminuir la activación del sistema nervioso simpático reduciendo la ansiedad y el mareo. Y por último, la psicoterapia, que es fundamental para reducir la hiperreactividad emocional y la asociación negativa con los síntomas vestibulares.

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