Separación o divorcio de los padres

La ruptura de la pareja es la solución que ha encontrado la pareja, a un problema al que no le ven otra solución. En una separación, se rompe la pareja que han formado hasta el momento, pero no se rompe el hecho de ser padres y madres. Esto implica que cuando la pareja con hijos decide separarse, la familia no se rompe, o no debería.

Para que en la separación no haya un ganador y un perdedor, y los más pequeños no salgan perdiendo, es muy importante organizarla bien y reflexionar, ante todo, sobre el bienestar de todos los miembros de la familia. Las relaciones familiares han de reorganizarse intentando que la calidad de las relaciones entre todos los miembros no empeore. Esto no depende de la estructura familiar que se tenga o a la que se llegue, esto depende de la intención que se ponga en mantener una óptima calidad relacional. Para ello será relevante preguntarse cosas como: ¿cómo vamos a organizar la separación?, ¿qué queremos que pase?, ¿qué queremos evitar?, ¿a qué me puedo comprometer?, ¿qué diferencias estoy dispuesto/a a respetar para no crear conflicto en nuestros hijos/as?

Conocer los límites de cada uno, saber a qué puedo renunciar y a qué no, y respetarlos por ambas partes ayudará a no generar conflictos innecesarios.  No es el divorcio lo que causa problemas en los hijos/as, son los conflictos entre los padres los que los provocan. Conflictos antes, durante, y después del divorcio imprimen un fuerte desequilibrio psicológico en los hijos/as, y pueden conllevar una mala adaptación de éstos a la nueva etapa.

El impacto de los conflictos en los hijos durante el divorcio

No es extraño que la separación o divorcio despierte, en los hijos/as, sentimientos de culpabilidad, tristeza, miedo, enfado, soledad y la “fantasía de reunificación”. Sin embargo, si se hace con respeto y cuidado y poniendo su bienestar por delante, los hijos/as se irán adaptando a la nueva situación y los síntomas irán remitiendo. Si no, conviene consultar a un especialista.

Un divorcio no es nada fácil, de hecho, es de los sucesos vitales más estresantes, y a veces se hace aún más complicado con litigios, pleitos, victimismo, obstáculos repetidos y negación del deterioro de la pareja. Creo que esto ocurre porque las parejas se niegan a creer que es el final y mantienen la relación con todos estos subterfugios. A veces, las parejas se forman porque les une un vínculo constructivo, sin embargo, a veces el vínculo se construye sobre una posición de antagonismo de el uno/a con la otra/o. En los intentos de querer cambiar al otro miembro de la pareja, se construye el vínculo.  Al sostener esa posición donde uno quiere que el otro cambie y el otro quiere que el uno deje de querer cambiarle, se construye la relación y así se mantienen unidos. Las discusiones y conflictos y el malestar serán constantes, pero el vínculo se mantiene. Paradojas de la vida, en el momento en que uno de los dos cambia, el vínculo se rompe.

Cuando el vínculo se rompe, y una vez tomada la decisión de separación, no es conveniente alargar la esperanza de reconciliación. Cuando la decisión es firme, conviene aclarar a los hijos/as que no habrá reconciliación, que no van a volver a vivir juntos, que las rutinas que conocían van a cambiar.

Cómo comunicar la separación a los hijos

Una vez la decisión entre los adultos está tomada, es hora de pensar en cómo se les va a comunicar a los hijos/as. Los estudios encuentran que los hijos/as de aquellos padres y madres que en su momento compartieron la responsabilidad de informales conjuntamente, tienen un mejor ajuste psicológico.

Será importante que los adultos reflexionen, antes de comunicar la decisión, acerca de todas las áreas de la vida en las que sus hijos/as van a tener modificaciones, es decir, que piensen en cómo harán ante fiestas familiares como cumpleaños, navidades, comuniones, fiestas del colegio, ceremonias de graduación, actividades extraescolares… O en qué pautas educativas y de comunicación se van a basar; o qué tipo de límites van a poner y a qué tipo de conductas; o cómo se van a repartir el tiempo con sus hijos/as.

Es, a su vez, importante, acordar el motivo por el que se produce la separación, reflexionando sobre qué se va a decir y qué se va a evitar contar. Porque los hijos/as no siempre necesitan saberlo todo. Habrá que pensar si la información que se les va a dar es necesaria en ese momento, si dicha información puede llegar a condicionar la relación con alguno de los dos progenitores, si les va a tranquilizar o se van a culpabilizar, o si va a ayudar a adaptarse mejor al proceso. La forma de explicarlo ha de ser adecuada a la edad de los/las hijos/as y dejando claro que se separan como pareja, pero que no dejan de ser sus padres y madres. La información que se da, debe ayudar a asimilar este proceso y no servir de descarga emocional a los padres/madres.

Evitar conflictos de lealtades: una prioridad en el divorcio

Evitar generar conflicto de lealtades en los hijos/as, ha de ser una prioridad.  Es habitual que los hijos/as sientan que sus decisiones, opiniones, elecciones y comportamientos pueden ser del agrado de uno de los progenitores y no del otro, y eso puede ser interpretado por éstos como deslealtad. Dependiendo de la edad de los hijos/as, no se les hará responsables de decidir con quién vivir, o cuál será el acuerdo económico. Los padres y madres, acordarán estas cosas pensando siempre en el bienestar de los menores. Cuando los hijos/as tienen edad para decidir con quién quieren vivir, se evitarán reproches y chantajes emocionales que les condicione o les haga sentir culpables de su elección.

La relación continuada con ambos progenitores es vital para un bienestar emocional y psicológico. Los hijos/as necesitan a ambos progenitores, por más diferentes que sean sus estilos de crianza. Sería deseable que se pusieran de acuerdo, pero si no, sabrán distinguir cómo se vive con uno/a y cómo se vive con el otro/a. Por tanto, no hay motivos para no atender la necesidad de mantener un contacto constante con ambos progenitores. Esto implica cuidar y promover el cambio saludable entre un y progenitor y otro, evitando, por ejemplo, programar actividades o situaciones en las que uno de los dos tenga problemas para estar presentes. Asimismo, se evitarán las críticas sobre el otro progenitor, se propiciará el contacto telefónico, manteniendo una comunicación fluida y directa con el / la “ex” y respetando los afectos y sentimientos y necesidades del hijo/a hacia su padre/madre.

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