Valoración del modelo teórico que utilizo en los grupos
Durante más de seis años he dirigido un grupo de mujeres junto a mi compañera Ana Pastrana González. El trabajo que hemos realizado ha sido muy gratificante tanto para nosotras como para las personas que formaban el grupo. Ha sido un viaje profundo y renovador, a veces, arduo, pero siempre enriquecedor. Muchas veces nos han preguntado qué tipo de terapia de grupo realizábamos, y hoy me he decidido a poner por escrito mis influencias.
¿Qué modelos teóricos han influido en mi a la hora de llevar a cabo las sesiones de grupo?
El primero de ellos fue el modelo Psicodinámico de grupos. Este modelo es parecido al de terapia por interpretación. En éste, el líder del grupo no participa más que al final de la sesión y lo hace para dar alguna interpretación de lo que ha ocurrido en el grupo o en algunos de los miembros del grupo. Esta orientación no encajó conmigo. Como participante del grupo, no me gustaba la sensación de ser “interpretada” sin poder definirme por mi misma o poder describir mi experiencia en mis términos. De este modelo aprendí que el uso de la interpretación en los grupos puede resultar vergonzante, y de ahí que yo decidiera usarla comedidamente y siempre pidiendo permiso a la persona para hacerlo.
Otra de mis influencias ha sido el estilo Rogeriano, centrado en la persona y no directivo. En este modelo, el grupo se centra en la experiencia fenomenológica subjetiva de cada cual y en cómo dicha experiencia se manifiesta en su comportamiento. Me reconozco habilidosa en el arte de favorecer la comunicación interpersonal sin juicios, sin consejos y sin proyecciones. En este tipo de comunicación cada persona que conforma el grupo cuenta su historia y tan sólo recibe una respuesta empática y sintónica a su vivencia. Al recibir este tipo de respuesta, los traumas que la han traído al grupo se van curando. Porque, como dice la teoría: “La curación del estrés y el trauma también puede ocurrir a través de las múltiples relaciones que se dan en una psicoterapia grupal efectiva donde los miembros del grupo están involucrados y en sintonía con el afecto, el ritmo, las necesidades relacionales, la cognición y la edad de desarrollo de la vergüenza, el abandono o el trauma del otro”. La base de este modelo es considerar que “no sé nada de la otra persona” y, por lo tanto, cada miembro del grupo necesita de la escucha atenta, la indagación respetuosa y la sintonía para ponerse plenamente en los zapatos del otro.
En mi estilo de liderazgo tiene cabida, también, el Modelo Cibernético. En este modelo se hace hincapié en compartir el impacto que hace la experiencia de otra persona en uno/a mismo/a. En este modelo se reconoce la utilidad de que las personas puedan expresar con autenticidad y congruencia cómo le afecta la conducta del otro. Esto facilita la apertura a nuevas posibilidades de comportamiento, aligerando la rigidez y aumentando la flexibilidad y espontáneidad. Voy a poner un ejemplo. Una persona del grupo expresa cómo se critica duramente al gritarle a su pareja cuando se “sale de sus casillas”. El grupo indaga en la situación de pareja y descubre que hay una gran ambivalencia en la comunicación entre la pareja. Después, reconoce lo difícil de sostener esta situación ambivalente y normaliza que ella entre en confusión, frustración e impotencia y “pierda los nervios”. Después cada una aporta su forma diferente de lidiar con situaciones parecidas. Esta persona amplia sus posibilidades de manejo de la frustración, pues las demás le dan modelos distintos de afrontamiento, ya sea marcharse del espacio común avisando de cuando volverá, o dar por cancelada la conversación hasta que estén ambos más calmados.
La última de mis grandes influencias es el estilo de Richard Erskine que habla de que en el proceso grupal relacional en psicoterapia integrativa el psicoterapeuta se sale del centro del grupo y pone el foco en las interacciones entre los miembros del grupo. Este estilo, utiliza lo mejor de ambos modelos, del centrado en el otro y del cibernético. Este modelo me enseña a animar al grupo a participar involucradamente en las vivencias de los demás; a poner de manifiesto las necesidades relacionales de cada cual y resonar con ellas, a interactuar de forma respetuosa, observando, escuchando, preguntando y brindándose feedbacks atentos y valiosos que promuevan el crecimiento mutuo. Cuando las personas que forman el grupo se escuchan completamente y piensan en las percepciones de la otra persona, y las comparan y contrastan con las suyas, entonces surge una nueva experiencia, una experiencia que es única, una experiencia de un “nosotras” en vez de sólo un “tú” y un “yo”.
Con todo ello, consigo alcanzar mi objetivo principal que es generar una psicoterapia grupal que sea efectiva para prevenir el estrés y curar las heridas de trauma y negligencia.