¿Reloj biológico o reloj social?

¿Existe el reloj biológico que instiga a las mujeres a desear ser madres? Hay quién dice que sí y hay quién dice que no. 

Los que dicen que no, aluden a que es un tema social y no biológico lo que activa el deseo de ser madres. Hay quién dice que el binomio mujer = madre es una gran mentira que se impone a las mujeres por presión social. Desde esta perspectiva se critica que la maternidad sea un compromiso vital ineludible y se aboga por una maternidad elegida y no obligada. Algunas investigaciones siguen la línea de que no hay algo llamado instinto maternal como tal, pues más que un instinto es un impulso, una tendencia y, en última instancia, una decisión. Una decisión que viene determinada por la sociedad, la cultura, el entorno, el estilo de crianza recibida, la edad o los propios ideales de la mujer.

Sin embargo, también hay mujeres que experimentan de forma repentina y abrumadora el deseo de ser madres. Un deseo que supera cualquier lógica y cualquier sentido común, que ocurre a distintas edades, que lo abarca todo y que puede resultar hasta incómodo. Un deseo que es ajeno a las circunstancias y a las consecuencias. Un deseo que simplemente es y está. 

A este anhelo implacable y no solicitado de tener hijos se le llama instinto maternal y algunos lo nombran “fiebre del bebé”. Las mujeres que viven esta experiencia, la describen como una sensación nueva, inesperada e incluso a veces angustiante, pues es el mismo vientre el que ansía el embarazo y la procreación, un vientre anhelante de vida. Lo describen como algo del todo biológico, sin que medie presión externa alguna, y que ocurre de forma espontánea e inevitable. La sorpresa ocurre cuando dicho anhelo confronta, inoportunamente, los propios objetivos vitales de la persona. Asimismo, no tiene que ver con haber soñado, desde siempre, con ser madres, ya que ocurre tanto en mujeres que siempre lo han deseado como en aquellas que nunca lo pensaron ni lo quisieron

Hay quién dice que este deseo acuciante no es tanto un constructo social sino una emoción en sí misma, algo de carácter biológico y profundo, que puede desatarse al enamorarse y al encontrar a la pareja adecuada. Esta hipótesis puede tener sentido si pensamos en que, químicamente hablando, uno de los impulsores más potentes de la conducta maternal suele ser la famosa «hormona del amor», la oxitocina. Esta hormona está presente tanto en la formación de los vínculos de pareja como en la reproducción de los mamíferos. 

Otros afirman que el reloj biológico o el deseo de ser madre se despierta en la mayoría de las mujeres en torno a los 25 años pero que muchas deciden posponerlo por cuestiones culturales (por ejemplo, la consideración de que con veinte años se es demasiado joven para quedarse embarazada), de pareja, laborales, profesionales y económicas.

Para aquellas mujeres que deseando ser madres, no pueden seguir este impulso de tener hijos, ya sea por infertilidad o por otras circunstancias, el deseo se puede convertir en obsesión, en aprensión, en evitación, todo ello cargado de sufrimiento psicológico. Al final, con la ayuda necesaria, la fiebre del bebé podría llegar a satisfacerse aunque no se tengan hijos, reconociendo los dones personales que pueden ser entregados a la sociedad para generar vida, y a la vez disfrutando de la independencia, libertad y tiempo disponible que da el no tener hijos.

Sea como fuere, la experiencia de querer o no querer ser madres es algo que confronta a todas las mujeres, en un momento u otro de sus vidas, a unas edades u otras, ya sea por instinto, por deseo o por decisión. 

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