Necesidades relacionales en tiempos de pandemia

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Como seres humanos y mamíferos que somos, desde el nacimiento hasta la muerte tenemos la necesidad biológica (¡sí, sí, biológica!) de estar en relación con otras personas. Aunque nos empeñáramos mucho, nos resultaría muy complicado no estar conectados a los demás. Nacemos de una relación, dentro de una relación y necesitamos seguir en relación para saber quiénes somos en este mundo. Es lo que nos da ese plus de calidad en nuestras vidas. Y estas necesidades relacionales, propias del contacto interpersonal, no se superan con la edad, están ahí en todas las etapas de la vida. 

La relevancia de las relaciones (y las necesidades que cubrimos con y en ellas) para el desarrollo del cerebro, de la personalidad de la calidad de vida de la persona, está sustentada por distintas teorías psicológicas (teoría del apego de Bowlby, teoría de la motivación de Berne, teoría del desarrollo del Self de Stern, teoría de las necesidades relacionales de Erskine…) por la neurociencia (la teoría del cerebro social y el sistema de recompensa, por ejemplo) y la epigenética (la influencia del ambiente en la expresión de nuestros genes). Además, el nuevo campo de la neurobiología interpersonal explica también la importancia de las relaciones en la curación de la enfermedad y/o recuperación de la salud. 

En el contexto médico actual parece que es cada vez más cómodo hablar y reconocer que las relaciones importan en la curación, aunque no creo que la calidad de la relación sea algo que se plantee como objetivo explícito en el plan de tratamiento de un paciente. Y aún así, la calidad de la relación es el medio por el cual el resto de objetivos médicos se alcanzarán. En el contexto psicoterapéutico sabemos que, independientemente de la orientación psicológica que se tenga, incluir la relación terapéutica es uno de los factores principales en la “curación”.

Un buen modelo para valorar la relevancia de las relaciones interpersonales en un contexto médico es el modelo de Necesidades Relacionales de Richard Erskine y Trautmann (2002). Este modelo habla de ocho necesidades relacionales básicas que sería deseable encontrar en toda relación significativa. Éstas son: la necesidad de seguridad, de validación, de “depender”, de autodefinición, de hacer impacto en los demás, de experiencia compartida, de que otra persona tome la iniciativa, y la necesidad de expresar afecto. 

Con la pandemia del coronavirus en pleno auge en los meses de marzo y abril de 2020, y las siguientes “olas” que han azotado España y el resto de países del mundo, muchas son las personas que han tenido que ser ingresadas de urgencia en los hospitales sin más compañía que la ropa que llevaban puesta. A la vez, son muchos los profesionales del ámbito sanitario que se han visto desbordados por el elevadísimo número de ingresos, por la escasez y limitación de medios con los que podían atenderlos y protegerse a si mismos y por la intensidad de las vivencias experimentadas. 

Cuando las necesidades relacionales no están satisfechas es cuando la necesidad se vuelve más intensa y se experimenta internamente como una sensación de vacío, una soledad molesta, o un intenso nerviosismo. Y si estos fallos relacionales se prolongan en el tiempo, entonces, se manifiesta la falta de satisfacción de la necesidad como una pérdida de energía o de esperanza y se muestran creencias de vida del tipo “nadie está ahí para mí” o “¿De que sirve?”.. “total, ¿para qué?”

Me pregunto si las necesidades relacionales se han podido satisfacer en plena pandemia y de qué formas creativas se ha hecho. En el siguiente post reflexiono sobre ello y os cuento en más detalle el modelo de las 8 necesidades.

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Las 8 necesidades relacionales del Modelo de Richard Erskine

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