Honrando a mis maestros de lo corporal

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Siempre he querido escribir algo en honor a las personas que me ayudaron a re-conectar con mi cuerpo.

Como ya he comentado anteriormente, padecí un cáncer de ovarios con 21 años que me hizo recapacitar sobre mi vida y sobre cómo iba a querer seguir viviéndola. Entre ellas, surgió como una necesidad, la conexión con mi cuerpo. Había sufrido mucho por haberlo dejado de lado y era momento de recuperarlo. 

Durante mi estancia en el hospital, una conocida por mi madre, Carmen Enguita, maestra del “Mujerío”, vino a verme. Me hizo algunas preguntas sobre quién era yo, a las que no supe responder. ¿Quién era yo? ¿Realmente lo sabía? No. No lo sabía. Carmen fue la primera en ponerme sobre la pista de que tenía que encontrarme. 

Maria Antonia, una amiga de mi madre, le recomendó que yo empezara a mover la zona de la pelvis, que la recargara de energía con la danza del vientre. Tenía sentido. La zona pélvica fue la que más sufrió con las operaciones, así que así lo hice. Empecé a bailar un poquito con ella en su casa en Barcelona, y años después, una vez me instalé en Madrid, seguí con Yasmina Andrawis en la escuela de Danza El Karnak, con quién aprendí la elegancia y la belleza de esta danza. Me gustó tanto su escuela, que llegué a formar parte de su compañía de danza y participé en el espectáculo Reina del Nilo.  

Tanto fue mi compromiso con esta danza que seguí formándome con distintos maestros/as tanto en Madrid como en Egipto, y durante muchos años impartí clases de danza oriental en distintas poblaciones de la Comunidad de Madrid. 

Conocí a Shokry Mohamed y a Rosa Martinez y formé parte de su escuela de danza Pirámides; Shokry me enseño el amor por la danza, una danza que sale desde el corazón, desde la verdad del movimiento sentido. Rosa aportó grandes dosis de espontaneidad y ligereza a mi baile. Sentí mucho la muerte de Shokry, me quedaba sin mi gran maestro. No obstante, la vida cierra puertas, pero también abre ventanas, y a raíz de eso conocí a Luchy López. 

Luchy López, actriz, bailarina, gran maestra del trabajo corporal consciente, ahora concretado en FlowDynamics, a quién estoy sumamente agradecida porque de una forma sutil y delicada ha guiado mis pasos hacia personas que me han aportado lo que requería. Con ella ha aprendido que la imaginación, el juego y el cuerpo implicado en todos sus sentidos, están al servicio de la sanación del alma. 

A través de Luchy conocí a Myriam Szabo (hoy Yumma Mudra) que despertó el duende que habita en mi danza y me hizo ver la vida con toda su gama de colores. También me presentó el sistema de trabajo psicocorporal, Rio Abierto donde tuve el gran honor de formarme con su creadora, Graciela Figueroa, con Mariano Castillo, gran integrador del yoga, el movimiento y la psicoterapia; así como con Alicia González y Armando García. Y ha sido Luchy también quién me ha llevado a conocer a Miguel Mochales, maestro del entrenamiento Zen Power en Madrid, con quién llevo más de seis años entrenando mi cuerpo y mi mente. Con él he aprendido que hay un estado donde la mente ya no habla, ya no se queja y ya no me limita, y entonces, si la mente calla, el cuerpo habla, puede y lo consigue.

Gracias a todos y a todas. Formáis parte de mi. Honro vuestras vidas y la generosidad al compartirlas.  

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