Esta Navidad huele a tortitas de la yaya
¿A qué os huele la Navidad?
De niña, mi Navidad olía a tortitas fritas de harina, agua y sal. Mmmm… aún puedo oler el aroma de la montaña de tortitas que hacía mi abuela -la yaya-, para desayunar el día de Navidad (o cualquier día que se las pidiéramos durante esas vacaciones). Mi hermana y yo pasábamos las navidades allá donde ella estuviera. Mis padres trabajaban mucho en estas fechas, así que nos quedábamos con la yaya en casa de alguna de mis tías. Nos levantábamos aún con los ojos legañosos y, movidas por el sentido del olfato, nos acercábamos a la cocina. Allí, en medio de la encimera de la cocina, estaba el plato de cerámica blanca cargadito de tortitas ya hechas.
- “Pero yaya, ¡nosotras también queremos hacer la masa contigo!”
- “Os he dejado un poco de masa para que las terminemos de hacer juntas y hagáis los muñequitos que queráis con ella”.
Ohh.. eso era lo mejor… La textura flexible, esponjosa y ligera de la masa con la que podíamos hacer churros alargados y convertirlos en caracoles, o bolas que se convertían árboles de navidad o muñecos de nieve con nariz puntiaguda. Cuando el aceite estaba súper caliente, mi abuela metía nuestros muñequitos dentro y empezaban a dorarse en medio de las burbujas chispeantes del aceite. Antes de que se quemaran ella los sacaba y los ponía en un papel absorbente para quitar el exceso de aceite. Y sin poder contenernos, a pesar del consejo de “esperad a que se enfríen”, empezábamos a pellizcar la masa ya frita y a soplarla para acelerar el proceso de enfriado.
Me siento feliz de tener este recuerdo grabado en mi memoria sensorial. El olfato es de los sentidos que más fácilmente nos pueden llevar a recuerdos específicos del pasado. La memoria no es solo eso que recordamos en imágenes, también hay memoria sensorial, emocional, y ésta no viene en imágenes, viene en sensaciones que vivimos en el cuerpo.
Hoy este recuerdo me llena de amor y agradecimiento por mi abuela, y por todas las abuelas, los ojos me brillan como entonces y el recuerdo del aroma me dibuja una sonrisa.
Gracias, yaya. ¡Feliz Navidad!