¿Cuál es la primera respuesta que tenemos ante nuestra vulnerabilidad?

El primer impulso que tenemos ante nuestro sufrimiento interno es, mayoritariamente, ocultarlo, taparlo, transformarlo, evitarlo, evadirnos de él, distraernos, reprimirlo, rechazarlo… Sin embargo, esto no hace más que alimentar el sufrimiento pues nos alejamos de nosotros/as mismos/as, nos rechazamos a nosotros/as mismos/as. Rechazamos una parte interna que sufre de la manera que sea o que se siente vulnerable por el motivo que sea. Alejarnos de esa parte significa escindirnos, dividirnos, rompernos en partes.

En la psicoterapia, sin embargo, vamos a su encuentro. Y eso no siempre es agradable ni fácil. Nos resistimos a que alguien meta el dedo en una yaga abierta, es un acto reflejo no dejar que nos toquen donde nos duele, a menos que … Que nos toquen con mucho respeto, cariño, y que nos anticipen “que, aunque duela, yo voy a estar aquí para ti, vamos a transitarlo juntos/as y esto se va a curar”.

Dice Henri J.M. Nowmen en Tú eres mi amado. La vida espiritual en un mundo secular que, aunque el primer impulso ante el sufrimiento es querer evitarlo y huir de él, el primer paso para curarlo es salir a su encuentro y confiar en que, de alguna manera, vas a poder vivir con él y que por medio de él te harás más fuerte. Añade que ese salir a su encuentro no ha de hacerse en soledad, que se necesita de alguien al lado que ayude a mantenerse en pie, que asegure que hay paz más allá de la angustia, que hay amor más allá del miedo, que hay vida más allá de la muerte.

La angustia y el sufrimiento pueden no ser, por tanto, un obstáculo sino el trampolín que nos empuja hacia el gozo y la paz que tanto anhelamos; acompañados de alguien experto en recomponer las rupturas internas, que camina a nuestro lado, que nos coge de la mano, que se queda cuando peor estamos y que confía plenamente en nosotros para alcanzar el gozo de nuestra realización.

Vivir nuestra ruptura interior como una maldición, es aterrador. Vivirla como una puerta que hay que atravesar con la confianza plena de que nos lleva a un lugar de mayor compasión, fortaleza, comprensión de uno/a mismo/a y de los demás, paz interior y goce puede resultar una bendición.

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