¿Qué nos hacen las redes sociales en las áreas de contacto?
Siguiendo con el tema de Qué nos hacen las redes sociales, estoy interesada en valorar cómo afecta su uso extensivo en las distintas áreas del ser humano. Voy a usar el modelo del Self-en-Relación, o el Diamante, como lo llamamos en psicoterapia Integrativa, para discernir cómo el uso de las redes sociales puede impactar cognitivamente, fisiológicamente, afectivamente, conductualmente y relacionalmente.
Lo primero que me encuentro al buscar información sobre cómo nos afectan las redes sociales, es que claramente modifica el cerebro, sobretodo de los adolescentes y jóvenes adultos, que son la generación que ha nacido ya con ellas. En concreto, se ha encontrado que las áreas que están relacionadas con el procesamiento de las recompensas se alteran (la amígdala y el cuerpo ventral estriado, en concreto), y que la dopamina (la hormona relacionada con la sensación de placer y satisfacción que se obtiene en la interacción social y la recepción de aprobación) está siendo emanada en pequeñas dosis constantemente. Lo que en un primer momento libera una pequeña cantidad de dopamina y produce placer temporal (por ejemplo, recibir un par de likes), puede llegar a ser displacentero pues el cerebro necesita cada vez más dosis de dopamina para sentir satisfacción. Y ya no nos valen un par de likes, ya necesitamos ampliar el rango de interacción social para volver a sentir ese placer momentáneo.
Esto nos lleva a la conducta. La conducta se vuelve cada vez más adictiva, más dominada por los algoritmos y menos por nosotros/as mismos/as. Con las redes sociales ocurre lo mismo que con las adicciones a sustancias, que cada vez se necesita más consumo (en este caso de redes sociales) para poder sentir algo de placer. Cuando el acceso a la “droga” es fácil – y todos llevamos la potencial droga en nuestros bolsos y bolsillos -, cuando la cantidad a la que podemos acceder es interminable – y los contenidos en redes sociales no tienen fin - , cuando la potencia estimular es enorme – y la combinación de belleza, sexo, juegos, apuestas, música, luces, movimiento constante las vuelve muy potentes -, y cuando la novedad es constante – los algoritmos de IA están hechos para mostrarnos constantemente algo similar a lo que hemos buscado pero ligeramente diferente y siempre personalizado – el potencial adictivo de esa “droga” es enorme y nos puede llevar, sin ser conscientes, a un uso excesivo de la misma. Digo sin ser consciente porque, ¡son tantas las ocasiones en que todos cogemos el móvil para mirar una cosa de nada y de repente han pasado más de veinte minutos, e incluso varias horas!
¿Qué ocurre al necesitar la constante interacción para sentir algo de placer? Esto nos lleva de lleno al área de la emocionalidad y afectividad. Pues hay muchas cosas en la vida que nos impiden estar conectados, como estudiar, trabajar, hacer ejercicio, ir a hacer la compra, ducharse… Cuando no se puede estar conectado como a uno/a le gustaría, aparecen emociones que no son agradables ni cómodas como la ansiedad, la irritación, la incomodidad, la frustración, la ira, el enfado. Se inicia un ciclo de insatisfacción, tanto por no poder usarlas en algunos momentos, como por necesitar más interacción para sentir la misma satisfacción, y este ciclo nos lleva a sentir cada vez menos alegría, a no disfrutar de actividades que antes nos gustaban, a empezar a sentirnos desmotivados. Las redes sociales no ofrecen una verdadera conexión con los demás, y pueden conducir a sentimientos de soledad, aislamiento, vacío y depresión. La ilusión de validación y conexión que ofrecen las redes sociales puede llevar a personas con historias de traumas pasados a exacerbar la desconexión emocional y la sensación de peligro en su propia valía.
El impacto en la cognición o el tipo de pensamientos que se van a tener con este caldo de cultivo es enorme. Por ejemplo, pueden aparecer pensamientos autocríticos y saboteadores de “no soy suficientemente bueno/a, guapo/a, divertido/a, original, atrevido/a”, porque de repente una publicación no obtiene la respuesta que se desea en cantidad de “me gusta”. O pensamientos de “algo va mal en mi” porque otros sí tienen “X” seguidores y yo no. Esto hace aparecer ideas de perfección y autoexigencia en cuanto a múltiples cosas como la alimentación, el tipo de belleza que tengo, al nivel de deporte que tengo que hacer para tener un cuerpo perfecto sí tener más likes. Y qué decir de las obsesiones y pensamientos reiterativos que surgen al ver que un/a antiguo/a “ex” ha colgado una foto con una persona nueva.
Todas las áreas se retroalimentan unas a otras. Si aparecen pensamientos del tipo: “ese/a chico/a nueva con la que está, ¿quién es? ¿Será su nuevo/a novio/a? ¡Pues que rápido se ha olvidado de mi! ¿Qué tiene él/ella que yo no tenga…”. Claramente pueden aparecer sentimientos de celos, envidia, tristeza, enfado, desazón, vergüenza, venganza… Esto puede llevar a conductas más activas y persecutorias en redes, con un mayor consumo y por tanto mayor potencial adictivo, pero también a manifestaciones somáticas – en el cuerpo – de mayor nivel de nerviosismo, insomnio, sintomatología ansiosa (palpitaciones, sudoración, temblor, aumento de tasa cardíaca…). Todo puede desembocar en problemas de alimentación, trastornos de ansiedad y depresión y hasta suicidio.
Si todas las áreas de contacto interno (pensamientos, emociones, conducta y cuerpo) se ven afectadas ¿cómo serán las relaciones con los demás en la vida real? Pues podemos encontrar explosiones de rabia e ira cuando se intente limitar el uso de la tecnología, o aislamiento social y familiar, o pérdida de habilidades sociales y empáticas, dificultades en la comunicación y el uso del lenguaje cara a cara, percepción distorsionada de la realidad por expectativas poco realistas, incremento en la comparación social, excesiva dependencia de la validación externa, distracción constante, miedo al juicio en las interacciones reales…
El uso excesivo y sin control de las redes sociales provoca un impacto en todas las áreas de contacto interno y externo. Tengámoslo en cuenta.